En la pasada EXPO ARU 2014, celebrada en la Ibero México el 27 y 28 de agosto, la Mtra. Ximena Gallegos nos compartió este interesante texto en el panel: Pobreza, falta de empleo y
crisis económica: ¿hay un futuro para México?
El tema es la problemática de la migración, escrito por el Dr. Javier Urbano Reyes
y la Mtra. Ximena Gallegos Toussaint
Por principio, deseo disculparme por no estar presente en
este importante foro. Las labores que realizamos en el PRAMI frecuentemente nos
someten a situaciones y compromisos que no respetan la planificación y a veces
ni siquiera nuestra voluntad.
Envío respetuoso saludos a nuestro rector, a las autoridades
académicas, profesores y a todos los
presentes.
Quisiera comenzar esta presentación con una anécdota. Soy
afecto a éstas porque he tenido la oportunidad de dos cosas esenciales en mi
vida, de las cuales han salido una enorme cantidad de enseñanzas que han
moldeado mi desarrollo personal y profesional: venir de una familia muy pobre,
de donde aprendí el valor de la disciplina y la constancia; y en segundo lugar,
trabajar desde hace más de dos décadas con una de las poblaciones más
vulnerables y frágiles en el mundo como son los migrantes.
La anécdota es esta: en julio de 2009 tuve la primera
oportunidad de subirme al tren de migrantes a quien todos los medios y los
propios migrantes llaman La bestia.
Mi percepción es que su nombre no sólo viene del costo en vidas y mutilados que
ha cobrado esta máquina, sino del ruido que hace al avanzar: bufa como un cebú,
como un toro bravo, y se sacude; a veces incluso se bambolea hasta medio metro.
Pues en este tren me encuentro con uno de mis hermanos migrantes y me cuenta su
historia: que ha dejado a sus dos hijos, a su esposa, a sus padres pues en
Honduras no hay buenos empleos; él gana menos de 250 pesos por semana (al tipo
de cambio por Lempiras, por supuesto) y vive con su familia en casa de sus
padres; este dinero sólo le alcanza para dos o tres días. De pronto para en
seco la conversación y me hace una pregunta que años después me sigue
persiguiendo: ¿tú qué harías si en la mañana se levantan tus hijos y te
pidieran pan, leche, huevo, y tú no tuvieras nada qué darles? Y antes de darle
yo cualquier respuesta, él la responde: lo que sea necesario, por eso estoy
aquí “porque si Dios quiere y me deja llegar a Estados Unidos, pronto mis hijos van a tener para comer bien
todos los días, van a ir a la escuela y van a lograr ser profesionistas.” Aún
me conmueve esa última parte: ser profesionistas, y me sacude porque estamos en
una universidad en la cual ser profesionistas parece ser de lo más sencillo en
tanto que para este migrante es prácticamente la cúspide de su realización
personal y familiar.
Casi 40 horas después de viajar yo desciendo en
Coatzacoalcos, Veracruz y él sigue su camino. Si le fue bien, mal o peor, no lo sé. Tengo fe (sentimiento nada
científico por cierto), en que haya llegado con bien a su destino. Me dijo que
iba a Florida y que buscaba trabajar de jardinero porque era bueno para esa
labor. Lo supongo porque en el camino
hubo tiempo suficiente para recibir una verdadera cátedra sobre flores,
plantas, formas de regar, etc.
Lo que quiero decir con esta anécdota es que el encuentro
con esta persona y con los ya miles de migrantes con quienes he podido
compartir mi vida, tiene como telón de fondo la pobreza y la exclusión, con un
pequeño detalle que siempre vale la pena recordar: este “buscador de sueños” no
es de las personas más pobres de Centroamérica, como no son los más pobres los
que en forma indocumentada salen de sus países en todo el mundo. Los pobres
extremos ni siquiera tienen la capacidad de movilidad geográfica, de ahí que el
que migra cumple ciertos requisitos que en este momento no se pueden explicar por
la premura del tiempo.
Igual que los migrantes centroamericanos, los mexicanos
siguen viajando a Estados Unidos expulsados por la misma situación de pobreza.
Y reafirmo que siguen saliendo porque se difunde desde hace dos años o más que
la migración mexicana ya está casi en punto cero. Yo quisiera ver si los que
hacen datos se han acercado a los albergues para migrantes, especialmente en la
frontera norte o si han reparado en la cantidad de migrantes que ha expulsado
el deportador en jefe (Barack Obama):
casi 2.5 millones en toda su gestión. Y contando.
Valgan estas reflexiones para comentar sobre algunos temas,
retos o pendientes que el país tiene en su condición de país de de origen,
tránsito o recepción y su vínculo con la materia que nos convoca como lo es la
pobreza y la crisis:
1.- La reflexión sobre el contexto en el cual se busca
democratizar al acceso a los bienes básicos para el desarrollo
2.- Los pendientes internos –la mayor parte de ellos
vergonzosos- en relación a nuestras perspectivas de bienestar y su vínculo con
quienes hasta hoy no han recibido la noticia de que “les va a ir bien en un
futuro”
3.- Las obligaciones, los deberes que México tiene en
materia de desarrollo para con sus vecinos en el mundo, pero en especial con
Centroamérica
4.- Los retos de que las propuestas para enriquecer nuestra
narrativa no vengan desde “ni de arriba ni de los lados”, sino desde abajo,
desde una sociedad que en mi parecer cada vez está más organizada
5.- El papel que debe guardar la universidad, que en muchos
casos ha perdido relevancia como centro de debate y aún más como espacio de
diseño y gestión de soluciones
1.- La
reflexión sobre el contexto en el cual se busca democratizar al acceso a los
bienes básicos para el desarrollo. Según informes de OXFAM, casi la mitad
de la riqueza planetaria está en manos de sólo el 1% de la población; la riqueza de este 1% de la población
privilegiada asciende a 110 billones de dólares, una cifra que es 65 veces
mayor al total de la riqueza que posee la mitad más pobre de la población
planetaria.
Viendo estas cifras, ¿es de verdad viable pensar en una
distribución más democrática de los satisfactores cuando la propia naturaleza
del modelo de desarrollo –del cual nuestros gobiernos son fervientes seguidores-
es exactamente lo contrario a la distribución igualitaria?
Los esfuerzos por reducir las brechas de desigualdad en el
mundo en lo general y en México en lo particular pasa no solamente por procesos
productivos. Es más, yo creo que ni siquiera pasa por eso en forma primaria.
Creo que ese cambio de narrativa
productivista pasa por la educación, es decir, formar a nuestros jóvenes en
la solidaridad y en el humanismo, pero sin perder la necesaria atención al
mercado, pero desde una orientación ética en la cual la rentabilidad sea vasallo y no rey, en los objetivos de desarrollo. En muchos casos formamos
alumnos “con la vista puesta en los espectadores” y peligrosamente orientados
hacia sí mismos. Valga el ejemplo de que muchos profesionistas con quienes he
convivido piensan que los migrantes, nacionales o extranjeros, traicionan a su
país y que abusan de la seguridad social o peor aún: que la política pública no
tiene porqué meterse en este asunto porque primero
son los mexicanos y luego los demás.
2.- Los pendientes
internos –la mayor parte de ellos vergonzosos- en relación a nuestras
perspectivas de bienestar y su vínculo con quienes hasta hoy no han recibido la
noticia de que “les va a ir bien en un futuro”. México, dicen los informes,
tiene 5.5 millones de analfabetos; tiene un nivel educativo –véase los
registros PISA- que no invitan al optimismo; más de 34 millones tiene rezago
educativo; 8 de cada 10 indígenas no cuentan con educación básica, de lo que se
desprende naturalmente que en tanto el 17 por ciento de la población del país
ingresa a educación universitaria, en el caso de la población indígena sólo lo
hace el 1 por ciento. Cifras más claras no puede haber: la política pública
educativa no sólo tiene graves fallas, también tiene tufo racista.
3.- Las obligaciones,
los deberes que México tiene en materia de desarrollo para con sus vecinos en
el mundo, pero en especial con Centroamérica, con quienes tenemos muchas
deudas históricas. México hace tiempo que aceptó el discurso del mundo
desarrollado en relación a las poblaciones migrantes: el éxito de una política
migratoria sólo puede ser medido desde el principio
de la contención: el aumento del número de deportaciones, el diseño de un
programa denominado Frontera Sur que en nada abona a la reducción del
sufrimiento de las personas que pasan por la frontera con Centroamérica; las
advertencias de la autoridad de que se prohibirá a los migrantes subirse a La bestia, no permite identificar nada
que se parezca a una política humanitaria, solidaria, de acompañamiento. Para
los que hemos pasado más de una década trabajando en la frontera sur y sureste,
las políticas anunciadas por este gobierno sólo han tenido a un ganador: los
traficantes de personas, el crimen organizado que se dedica a la trata. Entre
más dificultades para el tránsito, más caros los “servicios” de traslado y con
ello más ganancia, más plusvalía para la venta
de carne humana. Valga este ejemplo: hace cerca de 15 años el paso en la
frontera norte desde el centro del país no rebasaba los 1,000 dólares; después
del inicio de los operativos de frontera, el aumento del presupuesto para la
Border Patrol y el incremento de personal de contención, el tráfico de
migrantes elevó su costo de 1,000 a más de 5,000 dólares, llegando incluso
hasta los 7,000 según el grado de seguridad que tenga capacidad de pagar el cliente.
Este mismo fenómeno es el que se desarrolla en la frontera
sur de México: a principios de este siglo los migrantes llegaban a necesitar
menos de 300 dólares para pasar por la frontera mexicana. Hoy no se puede con
menos de 1,500 ó 2,000 dólares sólo para llegar a la frontera sur de Estados
Unidos, ello sin contar con el masivo mercado paralelo que estas personas
generan en su paso: la señora que vende agua a los nacionales a 10 pesos y que
a los migrantes se las vende en 50; el transporte público que para el mexicano
cuenta 8 pesos para el migrante es de 35 pesos, amén de la extorsión de sufren
de parte de funcionarios en sus diversos niveles. En fin, que el migrante como
mercado y como mercancía no tiene desperdicio.
Y sin embargo, pese al aumento irracional de los delitos
contra estas personas, los asesinatos, las violaciones, los delitos de trata,
los mutilados o los niños en tránsito, nuestras autoridades no pueden o no
quieren aceptar que las políticas de contención no reducen la vulnerabilidad,
sino que la aumentan, que la única forma de enfrentar esta problemática es enunciando
y respetando los dos principios básicos de la movilidad humana: proteger el derecho a migrar, pero sobre todo, promoviendo el derecho a no migrar a través
de programas de desarrollo, financiando iniciativas de recuperación del
tejido social, potenciando el intercambio educativo y la transferencia
tecnológica. En los estudios sobre desarrollo se dice que construyendo una escuela se deja de construir una cárcel, pero esto
requiere planificación, gestión, evaluación, y todo ello junto supone años, décadas,
pero las décadas no contabilizan votos: parece ser que lo único útil en
política es lo de corto plazo y por ello si no es rentable inmediatamente,
¿para qué hacer acciones, y si son acciones para una población que ni siquiera
es nacional, qué utilidad tiene?; y entre tanto, se sigue justificando la
creación de centros de detención, de estaciones migratorias, colocación de bardas
y vallas.
Pensemos también en la economía que genera la movilidad de
las personas migrantes, un negocio muy atractivo para muchos. En la travesía
por México hacia Estados Unidos, los
cerca de 400 mil migrantes que cada año recorren esta ruta, dejan millones de
dólares a múltiples actores con los que se topan en el camino, incluyendo autoridades,
población civil y crimen organizado. Valga como ejemplo el siguiente
testimonio:
Tengo dos meses y
medio de viaje. Salí de Choloma y tomé un camión que me llevó hasta Tecún Umán
(Guatemala), por ese viaje pagué dos mil lempiras (poco más de 1200 pesos).
Para cruzar el río y llegar a México no pagué, porque me lo eché nadando.
Agarré la combi para Tapachula, me cobraron 500 pesos, íbamos como 15
migrantes. En Arriaga (Chiapas) me subí al tren. Ahí la mafia, me cobró cien
dólares; pagué otros cien en Tierra Blanca (Veracruz) y otros cien más
adelante, ya no me acuerdo cómo se llama el lugar…
El negocio es grande y
diverso.
Hay que pagar para todo: para cruzar, para subirse al tren,
para comer (los vendedores les suben los precios), para moverse, para que lo
dejen en paz, para que la policía y demás autoridades no lo golpeen ni lo
detengan (cuando no es un delito ser indocumentado), hasta por ser mujer hay que pagar con el
cuerpo.
El migrante es despojado del poco dinero que trae y del que
gana trabajando en el camino. Su detención y deportación (de acuerdo al INM se
realizaron 40, 092 retornos asistidos entre diciembre 2012 y junio 2013 a
Centroamérica) también significa
ganancia económica.
La empresa de
autobuses turísticos Space Tours, de Adán José Lecona Guizar, ha firmado desde
el 2003 varios contratos con el INM para reptatriarlos. En el 2012 obtuvo tres
contratos por más de 15 millones de pesos. En 2013 por el servicio de traslado
durante un mes recibió 3 millones 819 mil 864 pesos. A principios del 2014 obtuvo
de manera directa un contrato para todo el año por 37 millones 542 mil 229
pesos.
Otra empresa que goza
del negocio de repatriar migrantes el Pullman de Chiapas que, de manera
directa, recibió del INM un contrato de 78 millones 420 mil 676 pesos.
Las políticas de migración se basan en la seguridad y en la
facultad que tienen los estados para controlar los flujos migratorios, dejando
de lado la protección de las personas migrantes, que por el hecho de serlo,
representan uno de los grupos de población más vulnerables. Esta protección
universal, sustentada en múltiples instrumentos internacionales de derechos
humanos debiera regir las políticas públicas. No solamente las de migración,
sino las políticas públicas para el desarrollo, que permitan a las personas
realmente decidir si migran o no y esto sólo es posible cuando se pueden
ejercer las capacidades humanas, esto es, como dice Martha Nussbaum, lo que la
gente puede hacer y quiere ser en concordancia con una vida digna.
Las personas migrantes que tienen una vida, un proyecto para
salir adelante trabajando, se topan con la extorsión por parte de funcionarios
mexicanos, de civiles, de pandillas y
del crimen organizado en total impunidad. Todo esto sucede en un país
democrático, en el que se prohíbe la discriminación y se proclama la máxima
protección para todas las personas de acuerdo al principio pro persona
(significa que todas las autoridades están obligadas a garantizarlo). En un
país en donde no tener papeles es una falta administrativa, no un delito y por
tanto, la detención o “alojamiento”, como dice la ley, debiera ser una
excepción, no la regla.
Decidir (si cabe esta palabra en un contexto de circunstancias
forzosas) dejar el hogar para buscar una mejor vida y moverse entre fronteras
cruzando México, es el viaje más caro. No sólo por el esfuerzo económico, la
explotación y despojo al que se someten los migrantes, sino porque muchas veces
el viaje se paga con la integridad y hasta con la vida y la vida no tiene
precio.
4.- Los retos de que
las propuestas para enriquecer nuestra narrativa no vengan desde “ni de arriba
ni de los lados”, sino desde abajo, desde una sociedad que en mi parecer cada
vez está más organizada. En nuestro espacio de labor, la atención a las
poblaciones migrantes, se nota un gran activismo, un gran entusiasmo por
proponer alternativas, nuevas narrativas a la atención a las poblaciones
empobrecidas; se comienzan a ejecutar desde la base proyectos de desarrollo
local en poblaciones ignoradas permanentemente por las políticas de desarrollo
gubernamentales; sin embargo, siguen siendo pocas y descoordinadas; la
capacidad de la sociedad civil organizada para influir en la reorientación de
la política pública sigue siendo muy deficiente y en diversos casos poco
operativa porque en muchas ocasiones prima la urgencia de sobrevivir de parte de la ONG’s antes que el
que el fortalecimiento de las iniciativas con otras organizaciones homólogas.
Sin embargo, se aprecia un camino consistente, una agenda cada vez más sólida,
pero con los retos ya enumerados atrás.
5.- El papel que debe
guardar la universidad, que en muchos casos ha perdido relevancia como centro
de debate y aún más como espacio de diseño y gestión de soluciones. Es
cierto, debemos reconocerlo, la universidad ha perdido parte de su papel como
espacio de creación, se ha reducido su importancia como actor que propone
soluciones a los grandes problemáticas del país; el sistema de incentivos a los
investigadores en mi opinión favorecen la paranoia del número por encima del
impacto social del proyecto. Me explico con preguntas: ¿los artículos
dictaminados a cuántos puntos valen?; ¿cuántos puntos vale un libro?; ¿cuántos
puntos vale un congreso, una dirección de tesis doctoral?, pero las respuestas
que se puedan dar en todos los casos son intermedias, dado que la siguiente
batería de preguntas podrían versar sobre: ¿qué variable de desarrollo impactó
con su investigación, cómo contribuyó el artículo al rediseño de una
estrategia, una acción? Y si fuera el caso, ¿cuántas personas fueron
beneficiadas con su proyecto, su patente?
Finalmente, desde el Programa de Asuntos Migratorios, desde
nuestro espacio de trabajo, creemos que la pobreza, la exclusión, no puede ser interpretada desde el
principio de la fronterización: no es
un asunto sólo de México, de sus límites territoriales. Creemos que la
reducción de esta grosera brecha entre pobres y privilegiados pasa por
reconocerlo como un reto global, y que por lo tanto su atención debe sentarse
en la formación de redes en el mismo sentido global, es decir, problemas globales que requieren talentos
locales, no somos una isla y por tanto nuestra responsabilidad pasa por el
mundo, aunque las soluciones terminen siendo operadas en la localidad.
Muchas gracias por su atención
Dr. Javier Urbano Reyes y Mtra. Ximena Gallegos Toussaint
Programa de Asuntos Migratorios (PRAMI)
Gómez Durán, Thelma y Castillo, Alonso , “Vivir de los
migrantes” disponible en http://enel
camino.periodistasdeapie.org.mx/historia/vivir-de-el-los-migrantes/