El
Vaticano albergará a dos familias de refugiados que están "huyendo de la
muerte" causada por la guerra o el hambre, anunció el domingo el papa
Francisco, quien además exhortó a las parroquias, conventos y monasterios
católicos de toda Europa a hacer lo mismo.
Un
imperioso llamado que lanzó el Papa desde la ventana de su estudio personal, en
el Palacio Apostólico, y ante miles de personas congregadas en la Plaza de San
Pedro para recibir su bendición con el Angelus dominical.
Francisco
citó a la Madre Teresa —la monja de origen europeo que se preocupaba por
los más pobres de India—, cuyo aniversario luctuoso se recordó el sábado.
"Frente
a la tragedia de decenas de miles de
refugiados que huyen de la muerte por la guerra y por el hambre,
y quienes recorren un camino hacia una esperanza de vida, el Evangelio nos
llama a ser hospitalarios con los más pequeños y los más abandonados, a darles
esperanza concreta", dijo Francisco.
No es
suficiente decir "ten valor, soporta", agregó.
"Cada
parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario en Europa
acogerá una familia, empezando por mi diócesis de Roma", dijo Francisco. También pidió a
los obispos en toda Europa que sus diócesis reciban su llamado a "expresar
el Evangelio en términos concretos y hospeden a una familia de
refugiados".
Daniel
Iriarte, desde la ruta que siguen refugiados sirios hacia Europa @Danieliriarteo
“En mi
familia éramos veinte. La mayoría han muerto”, explica Ahmed Hassan con voz
débil. Hasta hace un año, este albañil todavía podía ganarse más o menos la
vida en el pueblo sirio de Jabl Badru, cerca de Aleppo. Otros parientes tenían
tiendas. “Ahora todo ha sido destruido, ya no queda nada”, nos explica.
Aquella
zona se la disputan entre el régimen sirio de Bashar Al Assad, los yihadistas
del Estado Islámico y otras facciones insurgentes. Cuando los combates se
hicieron demasiado intensos, esta familia decidió huir a Turquía. Ahmed y su
mujer sobreviven junto a sus seis hijos en un cuarto de seis metros cuadrados
en un edificio en ruinas detrás de la mezquita de Suleymaniya, en Estambul. El
menor, Khaled, muestra una ostentosa cicatriz en la frente cerrada con grapas.
“Le cayó un escombro”, cuenta su padre.
Los
Hassan son parte de los casi dos millones de sirios que han buscado seguridad
en Turquía. Aunque este país se ha destacado por establecer unos campos de
refugiados de máxima calidad, apenas puede acoger a unos pocos cientos de
miles. El resto sobrevive como puede. “No hemos encontrado trabajo, ni en Gaziantep,
donde vivíamos antes, ni aquí”, explica Ahmed. Por habitar ese hueco, el casero
les cobra un alquiler de 300 liras (unos cien dólares), a todas luces abusivo.
“Hay
muchos turcos que se aprovechan de la situación de los sirios”, explica Sami,
un joven traductor sirio que se dispone a viajar clandestinamente a Europa.
Llevadas por la desesperación, muchas familias sirias están prostituyendo a sus
hijas en este barrio. Y entre los grupos de solidaridad con estos refugiados se
rumorea que se están dando casos de compra de órganos.
Así, el
único motivo por el que los Hassan continúan en Turquía es porque carecen del
dinero necesario para el pasaje a Europa. El viaje es caro: alrededor de dos
mil euros tan solo para la primera parte, el viaje en patera hasta Grecia. Pero
si se tiene el dinero, encontrar a quien pueda organizarlo no es difícil.
“Todos los sirios conocen a alguien que tiene un contacto. La cadena es muy
larga”, afirma Sami.
“El
contacto se hace por teléfono”, explica. Para evitar los numerosos fraudes, la
comunidad siria ha establecido lo que llaman ‘oficinas de garantía’: en lugar
de pagar directamente a los traficantes, lo depositan en uno de estos lugares.
“Pagas allí, y una vez has llegado, llamas para decirlo, y entonces se lo dan
al contrabandista”, dice Sami. “Conozco mucha gente que lo ha hecho. El mes
pasado, quince conocidos míos”, asegura.
El viaje
no está exento de riesgos, como muestra la imagen del pequeño Aylan Kurdi,
un niño de tres años ahogado esta semana junto a su madre y a su hermano frente
a las costas de Bodrum, cuando trataban de llegar a la isla griega de Kos. Eso
no impide que miles de sirios se estén echando al mar durante los últimos
meses.
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