Cuando ya está señalada
la fecha de la beatificación del arzobispo de San Salvador, Mons. Oscar Romero,
queremos fijarnos en una faceta de su vida que ha podido pasar más
desapercibida. Queremos resaltar la dimensión comunicativa de su misión
pastoral. Así proponemos a Oscar Romero, en el tiempo de la comunicación
digital, como patrono de la comunicación cristiana. Siendo paradigma de la
palabra del testimonio evangélico que adquiere una significativa dimensión de
veracidad, de representación de los desfavorecidos, de coherencia vivida desde
la gratuidad no interesada y de lucidez de orientación en los fines y en los
medios en el fragor los conflictos violentos de la desigualdad.
1. Escuchar en el
clamor de los pobres la voz de Dios
Sea por una conversión
radical o por una evolución, como él mismo confesaba, los pobres se fueron
transformando para Oscar Romero en el referente de su servicio episcopal. Ya en
su etapa como obispo de Santiago de María y después como arzobispo de San
Salvador descubrirá “que el pueblo es mi profeta”. La toma de contacto con la
miseria, la escucha del sufrimiento, el asesinato de sus sacerdotes y de tanta
gente le llevaron a esta opción preferente por los pobres. Antes de comunicador
se convirtió en escuchador, en acompañador de su pueblo. Su palabra se fraguó
tomando como punto de partida la realidad donde descubrió la presencia del
Crucificado que le hablaba desde los hermanos más pequeños.
2. Comunicar con los
pies descalzos y el Evangelio en la mano
Con los pies descalzos
en la realidad de los pobres comprendió que el Evangelio de Jesucristo era su
mensaje, como propuesta y como denuncia en tantas ocasiones. El posicionamiento
político no era su punto de partida sino la Buena Noticia de Cristo paciente y
sufriente pero también luchador contra el mal, provocador de la fraternidad y
forjador de vida. Desde ahí asumía las consecuencias sociales y políticas que
el Evangelio suponía en aquel hoy, aquí y ahora. Éste era el centro de su
mensaje comunicativo.
3. Dando voz a los que
no tienen voz
En la última parte de
sus homilías en la catedral, que eran transmitidas radiofónicamente a todo el
país, denunciaba los distintos abusos y asesinatos de la última semana. Allí su
voz era prestada a un pueblo silenciado. Había comprendido que el clamor de su
pueblo le usaba a él como altavoz. Eran las cartas recibidas de las víctimas o
los relatos de sus sacerdotes compartidos en la mañana del sábado los que se
enlazaban para pasarlos a su voz como instrumento de denuncia.
4. Con honestidad desde
la fuerza en la debilidad
Quienes conocieron a
Óscar Romero señalaban que era de natural tímido, más bien solitario, y de
talante dubitativo. Esta forma de ser contrasta con la valentía de sus
palabras, su disposición a acoger a tantos y la fuerza de sus decisiones. Esta
distancia tenía que ver con la experiencia de gracia que le transformaba más
allá de sus posibilidades. Como son testimonio sus diarios, el comunicador está
sobrepasado por los acontecimientos pero procurar ser honesto y coherente con
el momento y las personas que le toca acompañar, y se deja llevar por la
voluntad de Dios.
5. La predicación como
palabra comunitaria
Romero había dirigido
revistas y hablado por radio desde los primero años de ministerio y también en
su etapa como secretario de la Conferencia Episcopal Salvadoreña y de los
obispos de América Central. Estaba hecho al estilo directo marcando orientación
de fondo. En su última época como arzobispo era solicitado frecuentemente para
dar entrevistas que habitualmente negaba. Sin embargo convirtió la homilía en
el momento comunicativo. Un texto que preparaba en común, siguiendo la regla de
sentir con la iglesia, y que después hacía suyo en oración y escritura. Ya no
era solo su palabra sino la palabra de la iglesia y del pueblo. Una palabra
pronunciada personalmente pero articulada comunitariamente.
6. La comunicación como
bienaventuranza
En medio de la
desolación su mensaje comunicativo era fuente de esperanza. Era consciente que
la denuncia no bastaba. Que el Evangelio que llevaba en la mano era una fuerza
de futuro. Consolar era una forma de abrir camino, trabajar por la paz ara una
alternativa a la violencia, tener resonancia internacional era una protección
frente a la represión política y militar. Por eso su mensaje era, en medio del
desastre cada vez más radical, una fuente para soñar desde la fe en Jesucristo.
Por eso fue para tantos la fuerza para poder resistir.
7. La palabra sellada
Fue la crónica de una
muerte anunciada. Incluso tuvo conciencia que aquellos podían ser sus últimos
días. Psicológicamente tenía experiencia de la angustia y espiritualmente de la
determinación. Quienes le mataron quisieron eliminar su palabra y su figura,
quisieron sellar su boca y su mensaje. La muerte de Romero precipitó el
comienzo de la guerra cuando ya no quedaba ningún mediador. Sin embargo, su
palabra sellada con su sangre ha sido más escuchada que nunca. Su voz sigue
sonando y es la muestra de que la palabra auténtica fructifica más allá de lo
que alcanzamos a ver.
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