martes, 7 de octubre de 2014

La enfermedad de nuestro tiempo: el vacío existencial. María Luisa Hinojosa

En esta ocasión, la Mtra. María Luisa Hinojosa, experta en psicología clínica, nos comparte sus interesantes reflexiones en torno a la crisis existencial, ponencia con la que participó en  nuestra pasada EXPO ARU 2014. La Mtra. Hinoja trabaja en el Programa de Atención Estudiantil Universitaria en la Universidad Iberoamericana.

La enfermedad de nuestro tiempo
El vacío existencial
María Luisa Hinojosa Ávila
Maestra en Teoría Psicoanalítica

La intención de esta participación es hacer una reflexión desde el punto de vista psicológico sobre las distintas formas de respuesta que el ser humano tiene para protegerse frente al vacío existencial.
Cuando comencé a estructurar esta intervención, cavilaba sobre el inicio del tema, pensaba en cómo plasmar de forma abreviada aquello que deseo trasmitirles.

ASÍ QUE DECIDÍ DIVIDIRLA EN TRES PARTES Y EL EPILOGO
En esta primera parte lo que quiero abordar es el título, por qué denominarlo “la enfermedad de nuestro tiempo” Iniciaré con una máxima muy actual: “el imperativo personal”, es decir, sostener la idea de que nosotros somos creadores de nosotros mismos, que somos únicos y totalmente independientes. En este mandato se nos dice: Bástate a ti mismo. Y como veremos, esta consigna nos coloca en el circuito de la imposibilidad y de la vacuidad.
Se nos pide entonces que neguemos nuestro SER. ¿Pero cómo? seguramente nos surge en forma inmediata el rechazo por esta absurda idea, ¿cómo podría negar mi ser? hagamos un ejercicio breve, reflexionemos sobre aquello que conocemos como lo exitoso, algunas de las formas en que podemos ubicarlo es como la voluntad de hacer dinero sin límites a una edad joven, donde cada vez es mayor la demanda de tener absoluta claridad del futuro, ser productivo, planificador y dominar a través de la especulación, el éxito es garantizar la fórmula de hacer dinero. Vivimos en una guerra constante, donde el otro o los otros no se ven. Pereciera que se lucha en abstracto.
Agregaremos otro mandato: ¡Se feliz! Pareciera que el éxito y la felicidad siempre van empatados con la obtención y acumulación de cosas, hemos cambiado el TENER por el SER.
Una persona de éxito también es aquella que no tiene tiempo para disfrutar de situaciones que no lo lleven a la productividad. Dedicar tiempo a la familia, pasar un rato tranquilo con los amigos, disfrutar de una buena velada sin el pensamiento de estar perdiendo “tiempo valioso”. Pareciera que hay una gran necesidad de “llenarse” de actividades para ocupar todo el tiempo, porque al parecer se vive como un enemigo con el que no se sabe qué hacer. Se le podría llamar el síndrome del domingo, se experimenta aburrimiento, pesadez y enojo, todo esto en realidad es angustia.
En el momento en que se hace el cambio del SER por el TENER, se inicia una especie de extravío y absoluta destrucción interior. No podemos dejar de lado que las aspiraciones son ubicadas en un contexto determinado y deben ser satisfechas en lo inmediato.
La consecuencia…una vida utilitarista, la persona se cosifica. La eterna búsqueda de cosas, que resultan ser algo totalmente transitorio, agrava el vacío que se experimenta.
Esto puede permanecer sin cuestionamientos durante muchos años, sin embargo, la realidad generalmente se impone y colisiona, surge la crisis, inicia un movimiento NO calculado que rompe con las certezas absolutas con las que hasta ese momento se había vivido. Cuando se quita la máscara, se desvela lo que cubría y entonces lo que queda es la nada.
Como consecuencia de este choque, surgen los cuestionamientos de tipo filosófico. Quién soy, qué quiero, hacia donde voy, se inicia un encadenamiento de interrogantes que se remiten al SER. Aparece entonces un abismo, un hoyo profundo que lleva a la angustia. Que puede tomar la forma de depresión, violencia, duelos patológicos, drogas (legales o ilegales), y el suicidio.

Iniciamos con la segunda parte. SUS MANIFESTACIONES CLÍNICAS
El vacío de la existencia se relaciona con crisis emocionales desencadenadas por la poca tolerancia a la frustración, incapacidad para concretar propósitos y realización de actividades rutinarias que dejan poco espacio a la creatividad pero sobre todo, se permea la falta de afecto y de relaciones sociales enriquecedoras y significativas. El vacío existencial es la pérdida del sentimiento de que la vida, en sí misma, es significativa.
El patrón de comportamiento se caracteriza por una marcada tendencia para actuar impulsiva y agresivamente, esto va unido a la dificultad para realizar cualquier acción que no le ofrezca una recompensa inmediata, también se puede observar un estado de ánimo caprichoso, con tendencia a involucrase en relaciones intensas e inestables.
El surgimiento de la angustia. A estos los podemos entender como momentos de alteración, tensión o ansiedad sin que se tenga la conciencia que haya algo que los provoque; la persona siente que le preocupa todo, pero a la vez nada en específico. Ha perdido la motivación y el interés por lo que ocurre y ello hace que conjeture que vivir es lo peor que le puede pasar; cabe suponer que cuando este estado se prolonga puede llegar a desencadenar ideación suicida y en ocasiones, no con poca frecuencia,  se llega realizar el acto.
¿Dónde inicia toda esta forma de cosificar a la persona?
Retomemos entonces parte de su historia. Haremos algunas puntualizaciones desde la clínica, por supuesto no de forma exhaustiva, sobre las posibles consecuencias de relaciones familiares en las que se experimenta abandono afectivo y falta de comunicación y aun teniendo la presencia física de los padres, no necesariamente va acompañado de lo afectivo.
El éxito y la productividad, de la que hablamos antes, orillan también a los padres a pasar mucho tiempo fuera de casa y a vivir ensimismados tratando de solventar su problemática económica, mientras los hijos se encuentran en otra realidad y con otras necesidades. La culpa experimentada por los padres genera la sobrecompensación; sustituyen el afecto por “cosas” para tratar de llenar ese hueco, ese vacío sin sentido que estructura al sujeto.
La pérdida de confianza en los demás, por sufrir abandono, decepciones, traiciones y actos de violencia se convierte en una pérdida de identidad y de confianza en uno mismo, pues un individuo sin relaciones satisfactorias con sus semejantes no tiene referentes claros con los cuales discernir, produciendo de esta forma una sensación de vacío y confusión.
En ocasiones resulta difícil establecer cuándo una persona experimenta falta de interés por la vida, resulta difícil conocer los sentimientos de la gente y el estado de sus relaciones afectivas y familiares. Sin embargo, basta con analizar un poco las escenas que se presentan a diario para entender que la sensación de angustia es mucho más notable y común de lo que parece a simple vista.

Tercera parte. QUÉ HACER CON ESTO.
Desde el psicoanálisis, la pregunta filosófica es de total relevancia, porque “el tratamiento del alma” como lo llamó Freud, inicia realmente cuando la persona logra hacer frente a la angustia que esto le provoca, dando la oportunidad de poder ir más allá, ir construyendo su sentido de vida y no sólo quedarse en el padecimiento.
Freud en su texto “Psicopatología de la vida cotidiana” nos dice que nunca debemos perder de vista que la psique se defiende por caminos poco imaginables, una de las manifestaciones para la protección de la vida psíquica consiste en provocar ciertos malestares que a simple vista parecieran ir en contra de uno mismo, cuando en realidad es la forma en que la psique se protege. Pero entonces, ¿qué sucede en nuestra psique?
El conflicto original, es transformado y toda la emoción se depositada en un evento cualquiera, distinto al que la ocasionó, coloca esa emoción en un elemento neutro que le resulte menos peligroso a la psique, transformándolo en una relación sin sentido que nos engaña.
Así podemos entender cómo se transfieren las emociones a eventos que resultan absurdos y sin sentido, a los que generalmente les restamos importancia, en esto consiste el engaño, nos aleja de la raíz.
Esta es una pista fundamental, nos hace mirar desde otro lugar, desde la “cotidianidad”, ese día a día siempre será la clave y la valiosa fuente de información para comprender el malestar, la vacuidad, y la desesperanza del ser humano.
Freud, en uno de sus textos donde analiza a la sociedad, argumenta que el desconocimiento del pasado y del presente crea un juicio incierto, provocando inestabilidad, pero sobre todo, nos aleja de la posibilidad de sentir confianza y darle un sentido propio a la vida.
Así, la historia personal determinará la manera en que se enfrenta la angustia, si se le hace frente y se supera o se evade, por ejemplo, un joven que siente el vacío en forma de angustia puede aceptar la invitación que le hacen para consumir enervantes, teniendo una alta posibilidad de convertirse en adicto, una mujer que adquiere satisfactores materiales para tapar ese vacío y sentirse mejor, se puede transformar en compradora compulsiva, o bien, de aquellas personas que integran pandillas para cometer asaltos o violaciones, de modo que su patología (enfermedad) puede ser la violencia social.
Otra forma de enfrentar el malestar interior, se presenta cuando la persona afectada literalmente se bloquea, a esto se le llama ansiedad disminuida, en ella la persona deja de sentir; no experimenta la angustia…pero tampoco la vida, y aunque puede tener alguna crisis, cuenta con una especie de mecanismo mental que le permite evadirlo; por lo general son aquellos individuos que se muestran siempre indiferentes y apáticos.
Una expresión más de esta enfermedad de nuestro tiempo, consiste en mantener relaciones sexuales ocasionales. Al principio, entrar en contacto íntimo con distintas parejas puede despertar muchas emociones, dar la impresión de que algo ocurre y de que se recupera la vitalidad, pero conforme pasa el tiempo y se mantiene la misma situación es casi inevitable que vuelva la desesperanza con mayor severidad, pues comienza a comprender que "no es importante para nadie y nadie es importante para él o ella", dando origen a fuerte sentimientos de soledad.

EL EPÍLOGO.
Podemos observar que el desencanto por la vida está presente en muchas personas, tal vez no nos resulte evidente ni se muestre a simple vista…hasta que se presenta una crisis. La propuesta es tomar este momento como la oportunidad de realizar cambios y ajustes a nuestras “grandes certezas”, darnos la oportunidad de enfrentar el malestar desde su raíz y no poner una nueva capa de pintura a la grieta para que esta no se vea.
Para finalizar, diremos que la angustia es la brújula que nos indica un lugar, unas coordenadas, las coordenadas del vacío, de la falta, pero también las coordenadas del deseo. Se debe entonces saber dialectizar, bordear, contornear este vacío para poder recuperar y reencontrarse con el propio deseo y crear a partir de él. (Jacques Lacan. El Semniario 10. La Angustia)



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