martes, 14 de octubre de 2014

La voz de los filósofos en el 68: Ponencia de Ricardo Mazón en la Ibero el 2 de octubre de 2014

La voz de los filósofos en el 68.



Si, como afirma Cioran, cada siglo tiene su Edad Media, el 68 es uno de los momentos medievales de la Era del PRI.
Carlos Monsivais.
El 2 de octubre de 1968 fue un evento que se constituyó en un parteaguas en el imaginario del México Contemporáneo.  El movimiento estudiantil mexicano, surgió repentinamente,  a partir de un conflicto mal resuelto por el gobierno de la ciudad de México  en la Ciudadela entre los granaderos y estudiantes de la preparatoria  particular Isaac Ochotorena,  la prepa 2 de la UNAM, y  de las vocacionales número 2 y 5 que sucedió el 23 de julio de 1968.[1]  El Gobierno subió de nivel la represión y los estudiantes elevaron la proporción de sus protestas. Ciertamente la indignación ante el autoritarismo del Estado fue la primera causa de este fenómeno.
Si hacemos un esquema espacial, podemos decir que fue un movimiento que surgió en el Centro  de la República extendiéndose  con reverberaciones de variada intensidad  hacia la Provincia.[2] Si hacemos un esquema cronológico,  tenemos un  movimiento que inició el 23 de julio con una pelea estudiantil reprimida, la cual generó una indignación creciente  con grado igual  de censura, cuyo momento más álgido fue  la matanza estudiantil del 2 de octubre; pero que no se acabó ese día, sino que continuó con débiles protestas,  hasta la disolución del Comité Nacional de Huelga el 6 de diciembre del mismo año.[3]  Alrededor de cuatro meses de confrontación.
Jorge Volpi menciona que había una inconformidad con el sistema mundial en los años sesenta, que sus causas son atribuidos a una multitud de factores: la abundancia económica de la posguerra, el creciente interés por la espiritualidad, la deshumanización tecnológica,  la expansión de los sistemas universitarios, la influencia de estrellas pop, como los Beatles, la brecha entre padres e hijos, la oposición a la guerra de Vietnam y pensadores como  Herbert Marcuse.[4]
Desde de una perspectiva de la Filosofía  Política, específicamente la de Norberto Bobbio, el 68 mostró otra forma de ejercer el poder. Fue una ruptura entre las reglas, actores y comportamientos dentro de una democracia. Hizo surgir nuevos actores políticos constituidos por grupúsculos, en vez de partidos políticos; creó nuevas formas de hacer política mediante  las asambleas, manifestaciones, mítines, ocupaciones  de lugares públicos, interrupción de clases y reuniones académicas [5]  Expresó otra manera de entender la representación de la voluntad general. En la representación de los poderes estatales, el representante es alguien a quien se le delega el poder, que representa los intereses generales y no particulares, y por ende, no  sigue un principio de mando imperativo.[6] En cambio,
Las luchas estudiantiles hicieron volar por los aires sus propios organismos representativos porque los representantes eran fiduciarios y no delegados, e impusieron mediante asambleas el principio del mandato imperativo. Al mismo tiempo quedaba claro que se trataba de una representación orgánica, es decir, de intereses particulares. Se trata de la representación en la que el representante debe pertenecer al mismo oficio del representado.[7]
Se ejercitaron tácitamente los principios de la democracia directa y de revocación de mandato.[8] Según Bobbio, el modelo republicano de Rousseau era el más cercano al que tenían más o menos en mente los protestantes del 68, salvo los adscritos a causas marxistas-leninistas y viejos estalinistas.[9] Para Giovanni Sartori ese concepto de democracia era nocivo para América Latina, no permitía construir democracias representativas, tenía que ser superado, pues no llevaba a nada.[10] El PRI, no era una dictadura, sino un partido hegemónico que tenía que transitar a un sistema electoral pluralista.[11]
Luis Villoro  sostuvo una posición intermedia entre Bobbio y Sartori. Vio en el 68 un movimiento de  democracia directa oportuno, pero que decayó debido a su naturaleza espontánea que conllevaba desorganización, ineficacia ejecutiva, falta de una dirección coherente y continua.[12] No obstante, Villoro creía que había sido un movimiento refrescante de entusiasmo libertario, que bogó por un cambio en la moral social,  por reformas políticas,  por el cumplimiento real de la Constitución, un movimiento que coincidió con la indignación de las clases medias ante la corrupción y las mentiras, pero que se topó con el realismo político. Este pensador mexicano calificó como revolucionario a dicho movimiento, pero solamente en el sentido de irrupción en una sociedad estática y enajenada. También creyó que la cultura mexicana  había cambiado con ese evento sin poderlo expresar en una fórmula.[13]
  Por su cuenta, Adolfo Sánchez Vázquez comentó que en aquella época el movimiento del 68 mexicano se adjetivó como revolucionario, reformista, democrático, estudiantil y popular. Pues bien,  Sánchez Vázquez  denunció que, como tal, el movimiento  careció de muchas de  esas cosas, pues no se cambió radicalmente nada (y los más radicales en el discurso eran infiltrados, como aquel que tenía el nombre de un griego que bebió la cicuta), tampoco propuso avances concretos  dentro del sistema, ni  mecanismos para hacer cambios, ni buscó  reivindicaciones curriculares o pidió  algún beneficio exclusivo para el estudiantado; tampoco fue popular en el sentido de incorporar activamente a la clase trabajadora, y mucho menos la sindicalizada, a su movimiento. No obstante, Sánchez Vázquez sí aceptó que el 68 fue popular en otro sentido, porque reivindicó  intereses de la comunidad y porque  fue aceptado en amplios sectores de la sociedad. También admitió que fue un movimiento estudiantil porque se inició con estudiantes, por una riña entre ellos, y porque fundamentalmente sus integrantes fueron estudiantes de distintos niveles educativos. Para este filósofo transterrado, el 68 fundamentalmente consistió en un movimiento antiautoritario,  que cuestionó no sólo la autoridad política a nivel gubernamental, sino en el seno mismo de la familia, los sexos, la docencia y las generaciones, de tal manera que el poder cobrara un cariz moral.[14]
Para Bolívar Echeverría el 68 mexicano tuvo una mayor carga de realidad que los movimientos estudiantiles europeos: “lo que intenta el movimiento del 68 en ese corto período de tiempo es obligar al gobierno mexicano a respetar y refrendar su auto presentación como un Estado democrático”.[15] Y a diferencia de lo que pensaba Sánchez Vázquez, no era un movimiento estudiantil, sino uno perteneciente a la Ciudad de México, ya que la ciudadanía capitalina se involucró fuertemente con  él.  Dice Echeverría que entre los defeños había resentimientos desde la década de los cincuenta hacia el autoritarismo del regente Uruchurtu, específicamente a su política violenta contra los barrios durante la construcción de la avenida del Paseo de la Reforma, y a la relocalización de la intelectualidad universitaria del Centro de la Ciudad a la Ciudad Universitaria. Esto produjo mucha  indignación en aquella época en la Capital de la República.[16] Por lo tanto, fue un movimiento estudiantil altamente localista. Lo que, tal vez perdió de contexto Echeverría es que  en 1968, 7 de los 45 millones de habitantes que tenía México, vivían en el Distrito Federal.[17]
Bobbio vio en  los movimientos estudiantiles la posibilidad de hacer democracia de otra manera a la del Estado que se debe de considerar para el futuro.  Sartori vio un tipo de democracia que hay que dejar en el pasado. Villoro vio un experimento espontáneo  y fallido de democracia directa que, en un afán libertario, cambió a la cultura de nuestro país. Sánchez Vázquez  vio un movimiento estudiantil que se quedó corto respecto a los atributos que se le predicaron, pero  cuya valía residió en la  crítica moral al autoritarismo en todas sus manifestaciones. Echeverría vio un movimiento local de enojo contra la autoridad, que retó al Estado a verdaderamente ser democrático. Las  lecturas que dan de este suceso son valiosas y nos retan a aprender del 68 para hacer propuestas filosóficas de cambio.
Ahora, veamos el rol que tuvo la filosofía durante aquel movimiento estudiantil. Para eso daré un antecedente que contextualiza a los eventos que sucedieron. Cuando surgió el movimiento estudiantil,  en la izquierda mexicana hubo dos tipos de reacciones, según cuenta Roger Bartra: una vio como positivo al movimiento; la otra, como negativo. Bajo la primera línea, José Revueltas –quien aunque no era filósofo de profesión, estudiaba la filosofía marxista- señaló que el 68 era la aparición temporal de un proletariado ausente, sobre la cual se tendría que teorizar adecuadamente, que ese evento daría paso a la Revolución, como en su momento lo hizo la matanza de Río Blanco de 1907;  Tlatelolco era una señal de que la historia aceleraba sus ritmos. Bajo la segunda línea,  el filósofo y político Vicente Lombardo Toledano opinó que ese movimiento era una burda imitación de París, que carecían los estudiantes de un sentido ideológico, que la verdadera izquierda nada tenía que ver con esos disturbios.[18]Él y su partido (el Partido Popular Socialista) solicitaban que los alumnos regresaran a clases en las universidades. Después, en un panfleto titulado La juventud en el mundo y en México,  publicó el 1 de octubre del 68 una condena del movimiento estudiantil, por considerarlo perjudicial para el avance de lo que la Revolución Mexicana había logrado. Este texto salió un día antes de la matanza, Lombardo Toledano murió seis semanas después.[19] No obstante, Lombardo Toledano, calificó la represión estudiantil como obra de la CIA y los grupos de extrema derecha. En ese punto, tenía razón.
  Ahora veamos que hicieron los estudiantes. La Facultad de Filosofía y Letras de la  UNAM, fue muy  activa en este movimiento.  Hay dos anécdotas dignas de rescatarse. Primera: fue muy claro el reproche del estudiantado hacia la indiferencia de las otras generaciones que había permitido un país tan autoritario; por eso crearon el Paseo de los Momizos en la Facultad de Filosofía y Letras, que era una colección de bustos para homenajear a los próceres de la Academia que sólo los criticaban y no hacían nada.[20] Segunda:  está el testimonio de un estudiante brigadista de Filosofía que dio una “ponencia didáctica” a los policías afuera de la delegación de Bretaña, exhortándolos a reflexionar, a renunciar a la violencia y a desengañarse del cuerno de la abundancia. El joven recibió aplausos y vítores de parte de los agentes de seguridad.[21]
También humo maestros que se sumaron al movimiento.  Se formó la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior Pro Libertades Democráticas, abrazando el pliego petitorio de los alumnos.[22] Como delegado del profesorado de Filosofía y Letras fue designado Luis Villoro. Él consideró que el movimiento era una “eclosión de valor cívico, de generosidad, de inteligencia que se extendió como un viento fresco, sobre la Universidad, sobre el país entero. En un momento sentimos que todo el conformismo, la cobardía, el egoísmo que habíamos vivido las generaciones anteriores, no valía nada”.[23] Igualmente, el lógico Eli de Gortari  fue dirigente de la Asociación de Profesores e Investigadores de Carrera de la UNAM y participó de la movilización; fue arrestado el 18 de septiembre en la toma del ejército de CU. Sus declaraciones eran muy críticas; cuenta Pablo Gómez que en un mitin, de Gortari expresó que las autoridades habían violado del primero al último de los artículos de la Constitución.[24] No obstante,  siempre rechazó las acciones belicosas y radicales que promovían los Sócrates Campos y Fausto Trejo, creía que no se debía sobreestimar la fuerza del movimiento.[25] Aún así, fue procesado por rebelión, asociación delictuosa sedición y ataque a las vías generales de comunicación, ni más ni menos que por la orden judicial del famoso “juez de hierro”, Eduardo Ferrer MacGregor, quien era el favorito del sistema para encarcelar a estudiantes y profesores.[26] Estuvo preso en Lecumberri por casi dos años y medio.[27]  El filósofo Nicolás Molina Flores, de la Escuela Nacional Preparatoria también fue arrestado y encerrado en esa misma prisión. Éste, tenía un amigo en el extranjero que había conocido en el Congreso Internacional de Filosofía de 1963 en la ciudad de México, su nombre era Rudolf Carnap.  El 22 enero de 1970 Carnap visitó en Lecumberri a su amigo Molina y conoció a Eli de Gortari, quien era su admirador.  Con de Gortari platicó de  Filosofía, con Molina sobre  la posibilidad de que pudiera  migrar fuera de México: a Inglaterra o a Estados Unidos. Terminó la visita. Regresó a su Norteamérica. Elaboró un informe breve que apareció como noticia en el número 24 del Journal of Philosophy de  la American Philosophical Association en el que denunciaba el encarcelamiento de filósofos en México.[28]  Otra reacción digna de recordarse de filósofos del extranjero es la de Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre y Pierre Vidal-Naquet, quienes junto con otros intelectuales franceses, poco después de la matanza de Tlatelolco, el 6 de octubre enviaron un telegrama al presidente Díaz Ordaz solicitando que reprobara la agresión policiaca y militar, que reasumiera el diálogo con los estudiantes y que no destruyera la imagen del país.[29]
Vuelvo  al contexto nacional. Wenceslao Roces, Adolfo Sánchez Vázquez asistieron  y opinaron en reuniones de la Facultad;[30] Ramón Xirau apoyó también el movimiento y llegó a ser catalogado como posible terrorista por  la postura oficialista.[31] Con una participación  mediática –aunque no exclusivamente así- Ricardo Guerra, Eduardo Nicol y Leopoldo Zea intervinieron defendiendo la autonomía universitaria y al estudiantado. El primero (Guerra) escribió que no estaba en contra de la autoridad, sino del autoritarismo, que  hay que educar a los hijos responsables; para ello hay que enseñarles el respeto a la libertad, a la autoridad y a sí mismos en el marco de una educación libre.[32] El segundo (Nicol), señaló que apoya y admiraba a los estudiantes y profesores militantes que defendían el pliego petitorio, que era propuesta astuta, pero no radical, que no podía asociarse con esos grandes movimientos populares.[33] El tercero (Zea), quien entonces  era el director de la Facultad de Filosofía y Letras,  escribió el 6 de agosto en Novedades un artículo que se llamaba Reafirmación de la autonomía universitaria, declarando: “La unidad universitaria que se ha hecho patente en esta protesta puede ser inicio  de la posibilidad de la única forma de pleno orden universitario, el moral, que descansa en la capacidad de todos y cada uno de sus miembros para respetarlo y hacerlo respetar”.[34]
Los filósofos, con sus debidas excepciones,  no  fueron de mucho agrado para el  gobierno mexicano, el cual  infiltró a la Facultad de Filosofía y Letras y  los movimientos de izquierda que cultivaban la filosofía marxista. Hasta hubo una calificación desde los Pinos de la influencia de  un filósofo de izquierda extranjero, Herbert Marcuse,  que  había influido en la juventud mexicana,  bajo la etiqueta en plural de “filósofos de la destrucción”.[35]  Como ya saben la historia terminó cuando el gobierno dio vuelta a la página y se realizó las Olimpiadas con una paz forjada con sangre.
Por último y para concluir, he de decir que el 68 fue un movimiento estudiantil  de origen multifactorial que replanteó la relación con el poder, que reflejó demandas sociales; pero también es una historia de imágenes difusas que  se cuenta, recrea e interpreta, es  un símbolo  político no-estatal sobre el Estado.  Vive  en el imaginario de estudiantes universitarios, de filósofos, de la sociedad civil  y autoridades como un mito. Pero,  especialmente el 68 está presente en Tlatelolco, donde la sangre se ha derramado milenariamente con las pugnas entre tlatelolcas y tenochcas, entre nahuas y españoles,  el Tlatelolco devastado por las pestes de la Colonia,  el de las pugnas entre hermanos de un  lugar marginado del México Independiente,  el herido por el sismo del 85, el  del olvido gubernamental de una cincuentenaria unidad habitacional que, una vez al año, escucha un tumultuoso grito que susurra: “2 de octubre no se olvida”.
Bibliografía
Artículos
·         Adolfo Sánchez Vázquez. El movimiento del 68.Testimonio y Reflexiones en: http://www.revistasociologica.com.mx/pdf/3808.pdf
·         Bolívar Echeverría. Sobre el 68, en: http://www.bolivare.unam.mx/miscelanea/Sobre%20el%2068.pdf
·         Harry Bernstein, Marxismo en México, 1917-1925, en: http://codex.colmex.mx:8991/exlibris/aleph/a18_1/apache_media/1YLNLR313XN1QYQKLTB3DCIDM1UXBP.pdf
·         Roger Bartra. Dos visiones del 68, en: www.letraslibres.com/revista/cartas/sobre-dos-visiones-del-68-del-blog-de-roger-bartra
·         Rosendo Bolívar Mesa. Herbert Marcuse. Una biografía intelectual en: http://tesiuami.uam.mx/revistasuam/iztapalapa/include/getdoc.php?id=33&article=31&mode=pdf
·         Rudolf Carnap, Informe sobre filósofos mexicanos presos en:
Entrevistas
·         Giovanni Sartori, Hay que terminar con las ideas sobre la democracia que primaron en 1968 en Diego Achard (comp.), Gobernabilidad: un reportaje para América Latina, FCE/PNUD, México, 1997.
-          Y  Reflexiones sobre la democracia en México, en: https://www.youtube.com/watch?v=6UtrlQx4RTw

·         Luis Villoro, 1968: signo de revolución, señal de lo que viviremos,  en: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/10779/public/10779-16177-1-PB.pdf
Libros
·         Carlos Monsivais, El 68. La tradición de la resistencia, edit. Era, México, 2012.
·         Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Edit. Joaquín Mortíz, México, 1992.
·         Jacinto Rodríguez Munguía, 1968: todos los culpables, edit. Debate, México, 2008.
·         Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit. Era, México, 2008.
·         Norberto Bobbio, El futuro de la democracia, 2ª ed., México, 2000.
·         Pablo Gómez, 1968: la historia también está hecha de derrotas, Miguel Ángel Porrúa,  2008.
·         Raúl Jardón, 1968, El fuego de la esperanza, edit. Siglo XXI, México, 1998.
Tesis
·         . Héctor Jiménez Guzmán, El 68 y sus rutas de interpretación: una crítica historiográfica, tesis de maestría, UAM, México, 2011.





[1] Pablo Gómez, 1968: la historia también está hecha de derrotas, Miguel Ángel Porrúa,  2008, p. 35 y ss. La represión desmedida del cuerpo policiaco capitalino ocasionó un paro de 48 horas en las dos vocacionales citadas y una marcha de protesta de la Ciudadela hacia el Casco de Santo Tomás, convocada por la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos. Pero, este movimiento, no sólo se nutrió de la indignación ante la actuación de un Estado autoritario y represivo, sino también se le sumaron los sueños izquierdistas del Centro Nacional de Estudiantes Democráticos,  que marchó junto con ellos, y luego se dirigió al Zócalo para conmemorar la Revolución Cubana, lo cual hizo que los medios y el gobierno hablaran de una conspiración comunista y justificara una nueva represión.
[2]  Hacia  los  meses de abril-mayo, ya se habían dado algunas protestas estudiantiles en Michoacán y Sonora. Fueron reprimidos y estudiantes de Tabasco habían marchado en solidaridad con ellos.  La revista Siempre condenó el movimiento, señaló que ese no era el camino.
[3] http://www.tlatelolco.unam.mx/docs/cronologia_memorial.pdf (consultado el 7 de  agosto del 2014).
[4] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit. Era, México, 2008, p. 154.
[5] Norberto Bobbio, El futuro de la democracia, 2ª ed., FCE, México, 2000, p.  79.
[6] El mandato imperativo es explicado por Norberto Bobbio en su libro Liberalismo y Democracia. El mandado imperativo consiste en que el representante popular tome decisiones por orden y  en función de los intereses concretos y particulares del sector del electorado que nombró.
[7] Ibid, p.55.
[8] Ibid, p. 79.
[9] Ibid, p, 89.
[10] Cfr. Diego Achard (comp.), Gobernabilidad: un reportaje para América Latina, FCE/PNUD, México, 1997.
[11] Cfr. la entrevista que le hizo canal 22: Reflexiones sobre la democracia en México en: https://www.youtube.com/watch?v=6UtrlQx4RTw (consultado el 10 de agosto del 2014).
[13] Ibídem.
[17] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit. Era, México, 2008, p.42.
[18] Ibíd..., p. 229.
[19] El PPS obviamente reprobó dicha matanza después de que ocurrió. Y se añadió a la tesis de Lombardo Toledano de que había sido provocada desde el extranjero.
[20] Carlos Monsivais, Op. Cit., p. 89.
[21] Ibid., p. 180.
[22]  Jacinto Rodríguez Munguía, 1968: todos los culpables, edit. Debate, México, 2008, p.41 y 51.
[24] Pablo Gómez, op. cit, p. 145.
[25] Ibid., p. 187.
[26] Jacinto Rodríguez Munguía, 1968: todos los culpables, edit. Debate, México, 2008, p. 231.
[29] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit. Era, México, 2008, p. 340.
[31] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit. Era, México, 2008, p. 375.
[32] Ibid., p. 248.
[33] Ibíd..., p.  316.
[34] Ibid., p. 237; y http://es.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Zea_Aguilar (consultado el 8 de agosto del 2014).
[35] Ibídem. Después de la masacre estudiantil, en el gobierno, incluso hasta entre miembros del PAN y el pseudo-líder estudiantil Sócrates Campus Lemus, se empezó a construir una teoría conspiracionista que apuntaba hacia los intelectuales como desestabilizadores que manipularon a la juventud.  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario