La voz de los filósofos en el 68.
Si, como
afirma Cioran, cada siglo tiene su Edad Media, el 68 es uno de los momentos
medievales de la Era del PRI.
Carlos Monsivais.
El
2 de octubre de 1968 fue un evento que se constituyó en un parteaguas en el
imaginario del México Contemporáneo. El
movimiento estudiantil mexicano, surgió repentinamente, a partir de un conflicto mal resuelto por el
gobierno de la ciudad de México en la
Ciudadela entre los granaderos y estudiantes de la preparatoria particular Isaac Ochotorena, la prepa 2 de la UNAM, y de las vocacionales número 2 y 5 que sucedió
el 23 de julio de 1968.[1] El Gobierno subió de nivel la represión y los
estudiantes elevaron la proporción de sus protestas. Ciertamente la indignación
ante el autoritarismo del Estado fue la primera causa de este fenómeno.
Si
hacemos un esquema espacial, podemos decir que fue un movimiento que surgió en
el Centro de la República extendiéndose con reverberaciones de variada
intensidad hacia la Provincia.[2]
Si hacemos un esquema cronológico,
tenemos un movimiento que inició
el 23 de julio con una pelea estudiantil reprimida, la cual generó una
indignación creciente con grado
igual de censura, cuyo momento más
álgido fue la matanza estudiantil del 2
de octubre; pero que no se acabó ese día, sino que continuó con débiles
protestas, hasta la disolución del Comité
Nacional de Huelga el 6 de diciembre del mismo año.[3] Alrededor de cuatro meses de confrontación.
Jorge
Volpi menciona que había una inconformidad con el sistema mundial en los años
sesenta, que sus causas son atribuidos a una multitud de factores: la
abundancia económica de la posguerra, el creciente interés por la espiritualidad,
la deshumanización tecnológica, la
expansión de los sistemas universitarios, la influencia de estrellas pop, como
los Beatles, la brecha entre padres e hijos, la oposición a la guerra de
Vietnam y pensadores como Herbert
Marcuse.[4]
Desde
de una perspectiva de la Filosofía
Política, específicamente la de Norberto Bobbio, el 68 mostró otra forma
de ejercer el poder. Fue una ruptura entre las reglas, actores y
comportamientos dentro de una democracia. Hizo surgir nuevos actores políticos
constituidos por grupúsculos, en vez de partidos políticos; creó nuevas formas
de hacer política mediante las
asambleas, manifestaciones, mítines, ocupaciones de lugares públicos, interrupción de clases y
reuniones académicas [5] Expresó otra manera de entender la representación
de la voluntad general. En la representación de los poderes estatales, el
representante es alguien a quien se le delega el poder, que representa los
intereses generales y no particulares, y por ende, no sigue un principio de mando imperativo.[6]
En cambio,
Las
luchas estudiantiles hicieron volar por los aires sus propios organismos
representativos porque los representantes eran fiduciarios y no delegados, e
impusieron mediante asambleas el principio del mandato imperativo. Al mismo
tiempo quedaba claro que se trataba de una representación orgánica, es decir,
de intereses particulares. Se trata de la representación en la que el
representante debe pertenecer al mismo oficio del representado.[7]
Se
ejercitaron tácitamente los principios de la democracia directa y de revocación
de mandato.[8]
Según Bobbio, el modelo republicano de Rousseau era el más cercano al que
tenían más o menos en mente los protestantes del 68, salvo los adscritos a
causas marxistas-leninistas y viejos estalinistas.[9] Para
Giovanni Sartori ese concepto de democracia era nocivo para América Latina, no
permitía construir democracias representativas, tenía que ser superado, pues no
llevaba a nada.[10]
El PRI, no era una dictadura, sino un partido hegemónico que tenía que
transitar a un sistema electoral pluralista.[11]
Luis
Villoro sostuvo una posición intermedia
entre Bobbio y Sartori. Vio en el 68 un movimiento de democracia directa oportuno, pero que decayó
debido a su naturaleza espontánea que conllevaba desorganización, ineficacia
ejecutiva, falta de una dirección coherente y continua.[12] No
obstante, Villoro creía que había sido un movimiento refrescante de entusiasmo
libertario, que bogó por un cambio en la moral social, por reformas políticas, por el cumplimiento real de la Constitución,
un movimiento que coincidió con la indignación de las clases medias ante la
corrupción y las mentiras, pero que se topó con el realismo político. Este
pensador mexicano calificó como revolucionario a dicho movimiento, pero
solamente en el sentido de irrupción en una sociedad estática y enajenada.
También creyó que la cultura mexicana
había cambiado con ese evento sin poderlo expresar en una fórmula.[13]
Por su cuenta, Adolfo Sánchez Vázquez comentó
que en aquella época el movimiento del 68 mexicano se adjetivó como
revolucionario, reformista, democrático, estudiantil y popular. Pues bien, Sánchez Vázquez denunció que, como tal, el movimiento careció de muchas de esas cosas, pues no se cambió radicalmente
nada (y los más radicales en el discurso eran infiltrados, como aquel que tenía
el nombre de un griego que bebió la cicuta), tampoco propuso avances
concretos dentro del sistema, ni mecanismos para hacer cambios, ni buscó reivindicaciones curriculares o pidió algún beneficio exclusivo para el estudiantado;
tampoco fue popular en el sentido de incorporar activamente a la clase
trabajadora, y mucho menos la sindicalizada, a su movimiento. No obstante,
Sánchez Vázquez sí aceptó que el 68 fue popular en otro sentido, porque
reivindicó intereses de la comunidad y
porque fue aceptado en amplios sectores
de la sociedad. También admitió que fue un movimiento estudiantil porque se
inició con estudiantes, por una riña entre ellos, y porque fundamentalmente sus
integrantes fueron estudiantes de distintos niveles educativos. Para este
filósofo transterrado, el 68 fundamentalmente consistió en un movimiento
antiautoritario, que cuestionó no sólo
la autoridad política a nivel gubernamental, sino en el seno mismo de la
familia, los sexos, la docencia y las generaciones, de tal manera que el poder
cobrara un cariz moral.[14]
Para
Bolívar Echeverría el 68 mexicano tuvo una mayor carga de realidad que los
movimientos estudiantiles europeos: “lo que intenta el movimiento del 68 en ese
corto período de tiempo es obligar al gobierno mexicano a respetar y refrendar
su auto presentación como un Estado democrático”.[15] Y a
diferencia de lo que pensaba Sánchez Vázquez, no era un movimiento estudiantil,
sino uno perteneciente a la Ciudad de México, ya que la ciudadanía capitalina
se involucró fuertemente con él. Dice Echeverría que entre los defeños había
resentimientos desde la década de los cincuenta hacia el autoritarismo del
regente Uruchurtu, específicamente a su política violenta contra los barrios
durante la construcción de la avenida del Paseo de la Reforma, y a la
relocalización de la intelectualidad universitaria del Centro de la Ciudad a la
Ciudad Universitaria. Esto produjo mucha
indignación en aquella época en la Capital de la República.[16]
Por lo tanto, fue un movimiento estudiantil altamente localista. Lo que, tal
vez perdió de contexto Echeverría es que
en 1968, 7 de los 45 millones de habitantes que tenía México, vivían en
el Distrito Federal.[17]
Bobbio
vio en los movimientos estudiantiles la
posibilidad de hacer democracia de otra manera a la del Estado que se debe de
considerar para el futuro. Sartori vio
un tipo de democracia que hay que dejar en el pasado. Villoro vio un
experimento espontáneo y fallido de
democracia directa que, en un afán libertario, cambió a la cultura de nuestro
país. Sánchez Vázquez vio un movimiento
estudiantil que se quedó corto respecto a los atributos que se le predicaron,
pero cuya valía residió en la crítica moral al autoritarismo en todas sus
manifestaciones. Echeverría vio un movimiento local de enojo contra la
autoridad, que retó al Estado a verdaderamente ser democrático. Las lecturas que dan de este suceso son valiosas
y nos retan a aprender del 68 para hacer propuestas filosóficas de cambio.
Ahora,
veamos el rol que tuvo la filosofía durante aquel movimiento estudiantil. Para
eso daré un antecedente que contextualiza a los eventos que sucedieron. Cuando
surgió el movimiento estudiantil, en la
izquierda mexicana hubo dos tipos de reacciones, según cuenta Roger Bartra: una
vio como positivo al movimiento; la otra, como negativo. Bajo la primera línea,
José Revueltas –quien aunque no era filósofo de profesión, estudiaba la
filosofía marxista- señaló que el 68 era la aparición temporal de un
proletariado ausente, sobre la cual se tendría que teorizar adecuadamente, que
ese evento daría paso a la Revolución, como en su momento lo hizo la matanza de
Río Blanco de 1907; Tlatelolco era una
señal de que la historia aceleraba sus ritmos. Bajo la segunda línea, el filósofo y político Vicente Lombardo
Toledano opinó que ese movimiento era una burda imitación de París, que
carecían los estudiantes de un sentido ideológico, que la verdadera izquierda
nada tenía que ver con esos disturbios.[18]Él y
su partido (el Partido Popular Socialista) solicitaban que los alumnos
regresaran a clases en las universidades. Después, en un panfleto titulado La juventud en el mundo y en México, publicó el 1 de octubre del 68 una condena
del movimiento estudiantil, por considerarlo perjudicial para el avance de lo que
la Revolución Mexicana había logrado. Este texto salió un día antes de la
matanza, Lombardo Toledano murió seis semanas después.[19] No
obstante, Lombardo Toledano, calificó la represión estudiantil como obra de la
CIA y los grupos de extrema derecha. En ese punto, tenía razón.
Ahora veamos que hicieron los estudiantes. La
Facultad de Filosofía y Letras de la
UNAM, fue muy activa en este
movimiento. Hay dos anécdotas dignas de
rescatarse. Primera: fue muy claro el reproche del estudiantado hacia la
indiferencia de las otras generaciones que había permitido un país tan
autoritario; por eso crearon el Paseo de los Momizos en la Facultad de
Filosofía y Letras, que era una colección de bustos para homenajear a los
próceres de la Academia que sólo los criticaban y no hacían nada.[20]
Segunda: está el testimonio de un
estudiante brigadista de Filosofía que dio una “ponencia didáctica” a los
policías afuera de la delegación de Bretaña, exhortándolos a reflexionar, a
renunciar a la violencia y a desengañarse del cuerno de la abundancia. El joven
recibió aplausos y vítores de parte de los agentes de seguridad.[21]
También
humo maestros que se sumaron al movimiento.
Se formó la Coalición de
Profesores de Enseñanza Media y Superior Pro Libertades Democráticas,
abrazando el pliego petitorio de los alumnos.[22]
Como delegado del profesorado de Filosofía y Letras fue designado Luis Villoro.
Él consideró que el movimiento era una “eclosión de valor cívico, de
generosidad, de inteligencia que se extendió como un viento fresco, sobre la
Universidad, sobre el país entero. En un momento sentimos que todo el
conformismo, la cobardía, el egoísmo que habíamos vivido las generaciones
anteriores, no valía nada”.[23]
Igualmente, el lógico Eli de Gortari fue
dirigente de la Asociación de Profesores
e Investigadores de Carrera de la UNAM y participó de la movilización; fue
arrestado el 18 de septiembre en la toma del ejército de CU. Sus declaraciones
eran muy críticas; cuenta Pablo Gómez que en un mitin, de Gortari expresó que
las autoridades habían violado del primero al último de los artículos de la
Constitución.[24]
No obstante, siempre rechazó las
acciones belicosas y radicales que promovían los Sócrates Campos y Fausto
Trejo, creía que no se debía sobreestimar la fuerza del movimiento.[25]
Aún así, fue procesado por rebelión, asociación delictuosa sedición y ataque a
las vías generales de comunicación, ni más ni menos que por la orden judicial
del famoso “juez de hierro”, Eduardo Ferrer MacGregor, quien era el favorito
del sistema para encarcelar a estudiantes y profesores.[26]
Estuvo preso en Lecumberri por casi dos años y medio.[27] El filósofo Nicolás Molina Flores, de la
Escuela Nacional Preparatoria también fue arrestado y encerrado en esa misma
prisión. Éste, tenía un amigo en el extranjero que había conocido en el Congreso
Internacional de Filosofía de 1963 en la ciudad de México, su nombre era Rudolf
Carnap. El 22 enero de 1970 Carnap
visitó en Lecumberri a su amigo Molina y conoció a Eli de Gortari, quien era su
admirador. Con de Gortari platicó
de Filosofía, con Molina sobre la posibilidad de que pudiera migrar fuera de México: a Inglaterra o a
Estados Unidos. Terminó la visita. Regresó a su Norteamérica. Elaboró un
informe breve que apareció como noticia en el número 24 del Journal of Philosophy de la American Philosophical Association en el
que denunciaba el encarcelamiento de filósofos en México.[28] Otra reacción digna de recordarse de
filósofos del extranjero es la de Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre y Pierre
Vidal-Naquet, quienes junto con otros intelectuales franceses, poco después de
la matanza de Tlatelolco, el 6 de octubre enviaron un telegrama al presidente
Díaz Ordaz solicitando que reprobara la agresión policiaca y militar, que
reasumiera el diálogo con los estudiantes y que no destruyera la imagen del
país.[29]
Vuelvo al contexto nacional. Wenceslao Roces, Adolfo
Sánchez Vázquez asistieron y opinaron en
reuniones de la Facultad;[30]
Ramón Xirau apoyó también el movimiento y llegó a ser catalogado como posible
terrorista por la postura oficialista.[31]
Con una participación mediática –aunque
no exclusivamente así- Ricardo Guerra, Eduardo Nicol y Leopoldo Zea
intervinieron defendiendo la autonomía universitaria y al estudiantado. El
primero (Guerra) escribió que no estaba en contra de la autoridad, sino del
autoritarismo, que hay que educar a los
hijos responsables; para ello hay que enseñarles el respeto a la libertad, a la
autoridad y a sí mismos en el marco de una educación libre.[32] El
segundo (Nicol), señaló que apoya y admiraba a los estudiantes y profesores
militantes que defendían el pliego petitorio, que era propuesta astuta, pero no
radical, que no podía asociarse con esos grandes movimientos populares.[33]
El tercero (Zea), quien entonces era el
director de la Facultad de Filosofía y Letras,
escribió el 6 de agosto en Novedades
un artículo que se llamaba Reafirmación
de la autonomía universitaria, declarando: “La unidad universitaria que se
ha hecho patente en esta protesta puede ser inicio de la posibilidad de la única forma de pleno
orden universitario, el moral, que descansa en la capacidad de todos y cada uno
de sus miembros para respetarlo y hacerlo respetar”.[34]
Los
filósofos, con sus debidas excepciones,
no fueron de mucho agrado para
el gobierno mexicano, el cual infiltró a la Facultad de Filosofía y Letras
y los movimientos de izquierda que
cultivaban la filosofía marxista. Hasta hubo una calificación desde los Pinos
de la influencia de un filósofo de
izquierda extranjero, Herbert Marcuse,
que había influido en la juventud
mexicana, bajo la etiqueta en plural de
“filósofos de la destrucción”.[35] Como ya saben la historia terminó cuando el
gobierno dio vuelta a la página y se realizó las Olimpiadas con una paz forjada
con sangre.
Por
último y para concluir, he de decir que el 68 fue un movimiento
estudiantil de origen multifactorial que
replanteó la relación con el poder, que reflejó demandas sociales; pero también
es una historia de imágenes difusas que
se cuenta, recrea e interpreta, es
un símbolo político no-estatal
sobre el Estado. Vive en el imaginario de estudiantes
universitarios, de filósofos, de la sociedad civil y autoridades como un mito. Pero, especialmente el 68 está presente en
Tlatelolco, donde la sangre se ha derramado milenariamente con las pugnas entre
tlatelolcas y tenochcas, entre nahuas y españoles, el Tlatelolco devastado por las pestes de la
Colonia, el de las pugnas entre hermanos
de un lugar marginado del México
Independiente, el herido por el sismo
del 85, el del olvido gubernamental de
una cincuentenaria unidad habitacional que, una vez al año, escucha un
tumultuoso grito que susurra: “2 de octubre no se olvida”.
Bibliografía
Artículos
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Entrevistas
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FCE/PNUD, México, 1997.
-
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·
Luis
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Libros
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·
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Jacinto
Rodríguez Munguía, 1968: todos los culpables, edit. Debate, México, 2008.
·
Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia
intelectual de 1968, edit. Era, México, 2008.
·
Norberto
Bobbio, El futuro de la democracia, 2ª ed., México, 2000.
·
Pablo
Gómez, 1968: la historia también está hecha de derrotas, Miguel Ángel
Porrúa, 2008.
·
Raúl
Jardón, 1968, El fuego de la esperanza, edit. Siglo XXI, México, 1998.
Tesis
·
.
Héctor Jiménez Guzmán, El 68 y sus rutas
de interpretación: una crítica historiográfica, tesis de maestría, UAM,
México, 2011.
[1]
Pablo Gómez, 1968: la historia también
está hecha de derrotas, Miguel Ángel Porrúa, 2008, p. 35 y ss. La represión desmedida del
cuerpo policiaco capitalino ocasionó un paro de 48 horas en las dos vocacionales
citadas y una marcha de protesta de la Ciudadela hacia el Casco de Santo Tomás,
convocada por la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos. Pero, este
movimiento, no sólo se nutrió de la indignación ante la actuación de un Estado
autoritario y represivo, sino también se le sumaron los sueños izquierdistas
del Centro Nacional de Estudiantes Democráticos, que marchó junto con ellos, y luego se
dirigió al Zócalo para conmemorar la Revolución Cubana, lo cual hizo que los
medios y el gobierno hablaran de una conspiración comunista y justificara una
nueva represión.
[2] Hacia
los meses de abril-mayo, ya se
habían dado algunas protestas
estudiantiles en Michoacán y Sonora. Fueron reprimidos y estudiantes de Tabasco
habían marchado en solidaridad con ellos.
La revista Siempre condenó el movimiento, señaló que ese no era el
camino.
[3] http://www.tlatelolco.unam.mx/docs/cronologia_memorial.pdf
(consultado el 7 de agosto del 2014).
[4] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p. 154.
[5] Norberto
Bobbio, El futuro de la democracia,
2ª ed., FCE, México, 2000, p. 79.
[6]
El mandato imperativo es explicado por Norberto Bobbio en su libro Liberalismo y Democracia. El mandado
imperativo consiste en que el representante popular tome decisiones por orden
y en función de los intereses concretos
y particulares del sector del electorado que nombró.
[7] Ibid, p.55.
[8] Ibid, p. 79.
[9] Ibid, p, 89.
[10]
Cfr. Diego Achard (comp.), Gobernabilidad:
un reportaje para América Latina, FCE/PNUD, México, 1997.
[11]
Cfr. la entrevista que le hizo canal 22: Reflexiones sobre la democracia en
México en: https://www.youtube.com/watch?v=6UtrlQx4RTw
(consultado el 10 de agosto del 2014).
[12]
http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/10779/public/10779-16177-1-PB.pdf
(consultado el 7 de Agosto del 2014).
[13]
Ibídem.
[17] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p.42.
[18]
Ibíd..., p. 229.
[19]
El PPS obviamente reprobó dicha matanza después de que ocurrió. Y se añadió a
la tesis de Lombardo Toledano de que había sido provocada desde el extranjero.
[20]
Carlos Monsivais, Op. Cit., p. 89.
[21]
Ibid., p. 180.
[22] Jacinto Rodríguez Munguía, 1968: todos los culpables, edit. Debate,
México, 2008, p.41 y 51.
[23] http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/10779/public/10779-16177-1-PB.pdf (consultado el 7 de agosto del 2014).
[24] Pablo
Gómez, op. cit, p. 145.
[25]
Ibid., p. 187.
[26] Jacinto
Rodríguez Munguía, 1968: todos los
culpables, edit. Debate, México, 2008, p. 231.
[27]
Cfr. http://dcsh.izt.uam.mx/cen_doc/cefilibe/images/banners/enciclopedia/Diccionario/Autores/FilosofosMexicanos/Gortari_Elide-AaronBravo.pdf (consultado el 8 de agosto del 2014).
[28] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S1665-13242011000200008&script=sci_arttext (consultado el 8 de agosto del 2014).
[29] Jorge
Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit. Era,
México, 2008, p. 340.
[31]
Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p. 375.
[32]
Ibid., p. 248.
[33]
Ibíd..., p. 316.
[34] Ibid., p. 237; y http://es.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Zea_Aguilar (consultado el 8 de agosto del 2014).
[35]
Ibídem. Después de la masacre estudiantil, en el gobierno, incluso hasta entre
miembros del PAN y el pseudo-líder estudiantil Sócrates Campus Lemus, se empezó
a construir una teoría conspiracionista que apuntaba hacia los intelectuales
como desestabilizadores que manipularon a la juventud.
[1]
Pablo Gómez, 1968: la historia también
está hecha de derrotas, Miguel Ángel Porrúa, 2008, p. 35 y ss. La represión desmedida del
cuerpo policiaco capitalino ocasionó un paro de 48 horas en las dos vocacionales
citadas y una marcha de protesta de la Ciudadela hacia el Casco de Santo Tomás,
convocada por la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos. Pero, este
movimiento, no sólo se nutrió de la indignación ante la actuación de un Estado
autoritario y represivo, sino también se le sumaron los sueños izquierdistas
del Centro Nacional de Estudiantes Democráticos, que marchó junto con ellos, y luego se
dirigió al Zócalo para conmemorar la Revolución Cubana, lo cual hizo que los
medios y el gobierno hablaran de una conspiración comunista y justificara una
nueva represión.
[2] Hacia
los meses de abril-mayo, ya se
habían dado algunas protestas
estudiantiles en Michoacán y Sonora. Fueron reprimidos y estudiantes de Tabasco
habían marchado en solidaridad con ellos.
La revista Siempre condenó el movimiento, señaló que ese no era el
camino.
[3] http://www.tlatelolco.unam.mx/docs/cronologia_memorial.pdf
(consultado el 7 de agosto del 2014).
[4] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p. 154.
[5] Norberto
Bobbio, El futuro de la democracia,
2ª ed., FCE, México, 2000, p. 79.
[6]
El mandato imperativo es explicado por Norberto Bobbio en su libro Liberalismo y Democracia. El mandado
imperativo consiste en que el representante popular tome decisiones por orden
y en función de los intereses concretos
y particulares del sector del electorado que nombró.
[7] Ibid, p.55.
[8] Ibid, p. 79.
[9] Ibid, p, 89.
[10]
Cfr. Diego Achard (comp.), Gobernabilidad:
un reportaje para América Latina, FCE/PNUD, México, 1997.
[11]
Cfr. la entrevista que le hizo canal 22: Reflexiones sobre la democracia en
México en: https://www.youtube.com/watch?v=6UtrlQx4RTw
(consultado el 10 de agosto del 2014).
[12]
http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/10779/public/10779-16177-1-PB.pdf
(consultado el 7 de Agosto del 2014).
[13]
Ibídem.
[17] Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p.42.
[18]
Ibíd..., p. 229.
[19]
El PPS obviamente reprobó dicha matanza después de que ocurrió. Y se añadió a
la tesis de Lombardo Toledano de que había sido provocada desde el extranjero.
[20]
Carlos Monsivais, Op. Cit., p. 89.
[21]
Ibid., p. 180.
[22] Jacinto Rodríguez Munguía, 1968: todos los culpables, edit. Debate,
México, 2008, p.41 y 51.
[23] http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/10779/public/10779-16177-1-PB.pdf (consultado el 7 de agosto del 2014).
[24] Pablo
Gómez, op. cit, p. 145.
[25]
Ibid., p. 187.
[26] Jacinto
Rodríguez Munguía, 1968: todos los
culpables, edit. Debate, México, 2008, p. 231.
[27]
Cfr. http://dcsh.izt.uam.mx/cen_doc/cefilibe/images/banners/enciclopedia/Diccionario/Autores/FilosofosMexicanos/Gortari_Elide-AaronBravo.pdf (consultado el 8 de agosto del 2014).
[28] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S1665-13242011000200008&script=sci_arttext (consultado el 8 de agosto del 2014).
[29] Jorge
Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit. Era,
México, 2008, p. 340.
[31]
Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, edit.
Era, México, 2008, p. 375.
[32]
Ibid., p. 248.
[33]
Ibíd..., p. 316.
[34] Ibid., p. 237; y http://es.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Zea_Aguilar (consultado el 8 de agosto del 2014).
[35]
Ibídem. Después de la masacre estudiantil, en el gobierno, incluso hasta entre
miembros del PAN y el pseudo-líder estudiantil Sócrates Campus Lemus, se empezó
a construir una teoría conspiracionista que apuntaba hacia los intelectuales
como desestabilizadores que manipularon a la juventud.
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